lunes, 20 de abril de 2009

PATRIARCAS DEL BOSQUE


La provincia de Guadalajara es muy rica en bosques salpicados de grandes ejemplares, árboles que cuentan con cientos de años o que aun no teniendo siglos a sus espaldas, su crecimiento resulta original, pintoresco respecto a los ejemplares que lo circundan.
En Romancos, a menudo escondidos en vallejos o laderas por las que no solemos transitar, otras veces en nuestras propias calles o patios, disfrutamos de una variada colección de algún árbol digno de atención.
Comencemos por las nogueras, Juglans regia, como se conoce en el argot botánico.
Es éste, nuestro árbol más emblemático en huertas y vegas, y del que podemos presumir, pues tenemos un gran número de cepas de gran tamaño. La más impresionante se recuerda ahora en la casa rural de la plaza “la noguera de Socasa”, está noguera la conocemos por el secretario personal de Felipe II que se dedicó a viajar por toda España para componer un libro con sus mejores tesoros, naturales, arquitectónicos y costumbristas. Es difícil de imaginar el descomunal tamaño que debió tener este árbol para que un viajero que había visto mundo se detuviera ante él y dejase escrito: “no me pareció un árbol cuando lo vide, sino una gran espesura de muchos juntos”
Se desconoce el emplazamiento de este árbol así como el origen de su nombre, si murió de viejo, o fue talado para transformar sus toneladas de madera en caros muebles, fuera como fuese es sin duda uno de los grandes tesoros que tuvo nuestro pueblo y la Alcarria entera.
Hoy en día aquel paseante que eché la mirada a un lado y otro del camino del molino o de cualquier senda que recorra la Pañuela o el vadillo, admirará ejemplares de gran porte y belleza. Es difícil quedarse con alguna de ellas pero llama especialmente la atención el voluminoso tronco de una noguera que está en la finca del molino, en su centro mismo. Desde el camino se ven en la distancia sus ramas cubiertas de musgo por tantos años expuestas a las nieves del invierno y al frescor del verano en el fondo del valle. Aparece rodeada de muchas nogueras de distintas edades y formas, no en vano se conoce a este retazo de valle como el nogueral.
Podríamos enunciar aquí otras cepas venerables como algunas del pasadero, del barranco de la fuente del Espino, o las de la Tobilla todas ellas con buen fruto, a menudo seleccionado para dar nueces de gran tamaño, y sobre todo su apreciado frescor en las cálidas tardes de verano.
El quejigo (Quercus faginea), al que en el pueblo conocemos popularmente como roble, es quizá junto a la encina el árbol más abundante de la Alcarria. Entre los términos de Villaviciosa, Yela y Barriopedro se extiende el LIC (lugar de interés comunitario) del quejigar más extenso al sur de Europa. En zonas más al sur, siguen existiendo muchas masas forestales de esta especie, pero ninguna tan extensa y rica como está que se extiende a lo largo de varios km por el valle del Tajuña y los montes que lo circundan, de hecho, de no ser por la deforestación que existe en los alrededores de Brihuega, éste se extendería hasta el término de Archilla que es hasta donde más o menos las laderas aparecen cubiertas de esta masa arbórea.
En Romancos tenemos buenos montes de esta especie, especialmente en la ladera umbría que hay enfrente del pueblo, desde la hoya hasta el Bancalejo, aparecen cercando antiguos parados y campos de olivar, es en esta zona y en el fondo del valle donde encontramos árboles de gran presencia, como aquél, tripudo, que escolta el camino de Arcilla y muestra una oquedad en su centro relleno de hojarasca y musgo fresco en los otoños.
Bajo la hoya, en mitad de paredes que limitaban parcelas hay tres o cuatro robles de robustos troncos y ramas más jóvenes debido a las podas drásticas de nuestros mayores para usarlas como leña. De todas formas, siguiendo el arroyo del Berral abajo desde el mismo cementerio, nos vamos encontrando una curiosa colección de ejemplares, cada uno con su marca distintiva, dando sombra, refugio, y bellotas, que aunque no dulces como las de la encina seguro sirven de despensa para más de algún animal.
Algo más alejados de nosotros, pero también a un paso, son los robles que escoltan los caminos y sendas de Valdullán y los bajos de Valdehita, otros adornanado los campos de labor en los llanos del Montefrío, que a buen seguro nos dejarán marcado en la retina la bella estampa de sus fuertes ramas sombreando el camino y sus recios troncos escoltándolo.
Encinares castellanos, en laderas y altozanos, serrijones y colinas… como dijo Antonio Machado en sus poemas, encontramos la encina (Quercus ilex) en cualquier lugar que reúna unas mínimas condiciones, por eso es el árbol mediterráneo por excelencia.
Es seguro la especie arbórea más abundante en nuestro término, pues gran parte de nuestro monte se compone de este árbol.
El más espectacular de todos está en el límite del término, en la finca de monte redondo. Un ejemplar al borde de la carretera que desde el Montefrío sale a la de Budia, y que le cortaron una de sus enormes ramas por estorbar el paso de camiones. Su copa no es muy densa pero su tronco lo abarcan escasamente tres personas y las ramas en las que se divide son tan gruesas como muchos otros grandes árboles que lo circundan. Este árbol está, como hemos dicho, al final de una carretera escoltada completamente de almendros y alrededor, de bellos chaparros que salpican los campos de cereal todos grandes y corpulentos y de tupidas copas.
Nos queda hablar escuetamente de los Olmos (Ulmus minor, Ulmus nigra), y digo escuetamente porque comentaremos lo que hubo y no lo que hay ya que la enfermedad de la grafiosis se llevó una gran parte de nuestra riqueza paisajística y de flora.
Hoy se conoce como parque de la Olma, el ajardinado que hay tras la iglesia, porque hasta hace unos 25 años hubo allí una, frente a la puerta sur del templo, de porte elegante y buena sombra, sin embargo esa olma no era más que un “palillo” en palabras de nuestros mayores, al lado de otra que hubo en donde hoy está el estanco, una olma que extendía su enorme sombra sobre el juego de bolos y los tinaos y pajares que había en derredor y donde todo el pueblo se cobijaba para ver jugar a los bolos y a buen seguro lugar de encuentro y charlas en las tardes de verano, dicen que no la abarcaban 3 hombres y todos los años acudía la lechuza a criar allí a sus polluelos.
Otros olmos y olmas acampaban allí donde la humedad del suelo lo permitía, así en el Dornajo los olmos engullían la fuente dónde el agua parecía manar entre ellos, o poco más abajo los que ponían fondo a la desaparecida ermita de las carreras, o los gruesos ejemplares que acompañaban las sendas del vadillo o el camino del molino. Hoy en día rebrotan y crecen más o menos hasta volver a infectarse, un problema de difícil solución.
Pero no todos los árboles monumentales están lejos de nuestras casas y no podríamos acabar este artículo sin mencionar las dos moreras espectaculares que hay en el patio del Amado y en la calle Real, en la solana. La primera tiene como curiosidad estar partida en dos niveles para salvar la gran profundidad que tuvo el patio; la otra es mayor y su gran copa se extiende sobre el solar que ocupa y su sombra llega hasta la calle. Hasta entre sus ramas hemos hecho cabañas más de uno.
También está en las calles del pueblo el que posiblemente sea el olivo más corpulento de nuestros campos, está en la plaza del reloj y se puso no hace mucho, al reformarla. Sus brotes nuevos ya auguran un buen futuro para esta longeva especie.
Seguro que nos dejamos muchos árboles y especies destacables pero hasta aquí el reportaje de hoy.
Amador Ayuso Cuevas

1 comentario:

  1. muy interesante...a partir de ahora cuando vayamos por nuestro hermosos parajes nos fijaremos mucho más en esas cepas venerables que nos rodean. Gracias!!!

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